Mientras que para Oriente se trata de una veneración, en Norteamérica es luto y dolor y en Europa significa vacío y silencio, para México es una auténtica fiesta, un homenaje colorido y ruidoso donde las lágrimas no tienen cabida y se sustituyen por la costumbre de bailar, reír, comer y sentir que los que se fueron conviven con nosotros. Por una única noche les reúne y por supuesto es una razón para celebrar. Se incluyen múltiples canciones en homenaje a los muertos, una curiosidad casi única en este país del continente americano.
Se trata de una de las tradiciones más antiguas del país, originada en la época pre-hispánica y que constituye una de las señas de identidad de su cultura.
Las culturas mesoamericanas celebran la festividad del Día de los Muertos desde mucho antes que los españoles llegaran al continente. Con el altar de muertos que se monta en esos días, se honra a los difuntos con objetos personales, papel picado y los más diversos platos de comida, incluyendo el altar de siete niveles, cada uno de los cuales representa uno de los siete pecados capitales.
En las ofrendas participan todos los miembros de la familia y al final de la celebración se comienza a comer lo que queda de la ofrenda, que se supone ya han degustado los difuntos.
Bebidas y alimentos se comparten por igual, colocándose un plato con sal para que no se corrompan las almas, calaveritas dulces, flores, una cruz y velas, mientras se escuchan numerosas canciones tradicionales como "Cielito mío", "Recuérdame" y "Chúmbala".